sábado, 1 de junio de 2019

EL CAPITALISMO: SUMMUM Y CULMEN DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA


" Estos fueron precisamente los que llegaron al poder en la Rusia de 1917 y comenzaron su desbastadora persecución social..."

Por Santiago Cárdenas M.D.

“Denme primero el reino de la libertad y su justicia; y el capitalismo se os dará por añadidura”
Cuando el papa León XIII escribió  en 1891 la  tardía respuesta de nuestra iglesia a los problemas sociales de su época, el  liberalismo económico (de ahora en adelante: el capitalismo) ya había enseñado al unísono su eficiencia y sus horrores. La revolución  industrial había mostrado  desde 1750, una vez más, la capacidad  evolutiva de  ese “bicho” llamado capital que cambia y cambia desde sus tenues  inicios agrícolas en el siglo XIII hasta  el capitalismo post industrial y compasivo de nuestros días. Es paradójico y proteiforme.

Pero, León y su principal asesor, el  alemán socialista Monseñor Emmanuel Von Ketteler, solamente conocían en teoría los muchos  socialismos que en el siglo XIX, el de la borrachera social, se  proponían. No obstante, la atención, la primacía, se dirigía a Karl Marx que en 1848 había lanzado su Manifiesto Comunista, que  aglutinó a la corriente más organizada y a los partidos más fervientes  de la izquierda carnívora  de aquella época.
 Éstos fueron precisamente  los que llegaron al poder  en  la Rusia de 1917 y comenzaron su desbastadora  persecución social. Lástima que los ideólogos de la Rerum Novarum no conocieran  los frutos  del  bolcheviquismo, como conocieron de cerca  los del capitalismo “salvaje” (este término no existe. Fue  acuñado posteriormente, por Juan Pablo II. Es una pésima traducción del latín al inglés del término “abridged”).
El capitalismo, todo lo contrario del socialismo, no tiene padres; no se construye; no necesita de ideólogos, nace espontáneamente en el devenir histórico y no  tiene  principios  morales. Es  imperfecto  desde sus orígenes, como lo es el ser humano con  ese  egoísmo  consustancial  que bien  lo define la iglesia  como el pecado original.
 Pero, el capitalismo requiere una condición  sine qua non para desarrollarse: es fruto y necesita de la  LIBERTAD; la más absoluta libertad para  sobrevivir. La iglesia católica, lo sabe muy bien porque la libertad proviene de Dios y forma parte  consustancial del mensaje evangélico.
 El capitalismo no tiene ética. No existe el capitalismo bueno o el capitalismo malo.  Existen capitalistas buenos y malos. Cada  empresario le pone a su negocio las normas morales que estima pertinente. Juzgar  la ética del capitalismo como sistema es un error.  Grave error.
El capitalismo contemporáneo, tan compasivo, al cual asistimos en los EEUU es  la evidencia  diaria  a la que León XIII y Von Ketteler, lamentablemente, no pudieron asistir.
El capitalismo es actualmente lo más cercano a la Doctrina Social de la Iglesia, la Sociología Católica,  como summun y  culmen: con  sus  leyes anti  monopolios; el respeto a los sindicatos; la primacía propiedad privada; su salario familiar; su práctica de principio de subordinación (llamado  también subsidiariedad) .Pero,  sobre todo,  con  el rédito social a la propiedad privada – que ya no es un valor absolute–  con su excelente sistema de taxes. Y esto es la mejor  respuesta, la solución al debate que está en  el corazón, el meollo, el centro mismo de la cuestión social.
Por supuesto, que no es perfecto; falta mucho para eso. Pero sí es perfectible.  Y eso lo va entendiendo  la Madre y Maestra  que sabe muy poco o nada de economía, pero sí de amor. Por tanto  debe seguir tocando al corazón de cada empresario, de cada capitalista, como hasta ahora, para  su conversión.

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