domingo, 16 de junio de 2019

RENE LEON GONZALEZ , O LA LUZ Y LA PALABRA


"Caminamos por la vida como la persona que pasea un rato por un parque y las horas le pasan velozmente, de que la vida es tan corta como una tarde de invierno..."

Carlos Benítez Villodres Málaga (España)

No te conocí en persona, solo por tus libros, tus correos, tus críticas literarias escritas sobre ciertos libros de mi autoría publicados, mis diálogos con mi hija y con quienes te conocieron. Por ello, este día es de los más tristes de mi vida. ¿Por qué te fuiste tan en silencio y sin quejas ni lamentos?
            Pienso, desde que te marchaste, que una lava ardiente quema mi corazón y mi mente. Tuviste gran amor a las personas que te conocieron y a otras, como mi hija que  la animaba y la ayudaba a continuar por el camino de su vida y a seguir escribiendo.      
            Sé cuánto sufriste. Sé de tu enorme amor por la historia en especial la cubana, por la poesía, por aquella joven que falleció a los 15 años. Nuestro último adiós nos los dimos el 26 de mayo de este año, y no, no es fácil encajar la noticia de tu fallecimiento. Desde aquel día vivo en las entrañas del silencio. Me siento pequeño en la inmensidad del universo, y pienso que hoy estamos, pero mañana ya no, de que la vida y la muerte están separadas por un finísimo hilo que, en un segundo, se rompe. Caminamos por la vida como la persona que pasea un rato por un parque y las horas le pasan velozmente, de que la vida es tan corta como una tarde de invierno.

            Ya partiste a otro lugar, un lugar desconocido para ti y para mí y para cualquier persona. Me dejaste, querido amigo René, con el alma rota. Fuiste, eres y serás una de las personas más importantes en mi vida, porque fuiste simplemente tú, único, una buena persona irrepetible que, desde un lugar, me estás protegiendo y ayudando en mi caminar por la vida. Disfruta y hazlo todo como lo hiciste en vida.
            Recuerdo la canción ·Cuando un amigo se va”, del peruano Alberto Cortez Olaya, más conocido por “El Original”, aunque nacionalizado en Argentina, también falleció en abril de 2019, solo unos días antes que tú.
            Es evidente que la humanidad no sabe, me incluyo yo, nada del misterio del nacimiento y de la vida, del destino y de la muerte. Me dejaste en este valle de lágrimas, donde aún vivo, llorando tu muerte y expresándote, aunque ya no me escuchas ni lees lo que te escribo, mi respeto, mi afecto y mi agradecimiento.
            Espérame, en el lugar, donde te halles, para que un día nos encontremos, y encuentre, en ti, nuevamente, tu alegría y tu seriedad, tu cariño y tu buen hacer con los hombres y mujeres que contigo caminaron y aún continúan su camino sobre esta selva agridulce.
            Guíame, con tu ejemplo e ilusión, para que, aunque no tenga tu presencia, sepa siempre hacer lo mejor en esta vida. Tu recuerdo es algo que pervivirá, en mí, para siempre. Nadie ni nada me lo puede arrebatar. Te agradezco sumamente tu ejemplo y tu amistad, tu afecto y tu saber vivir.
            Querido René, pasaste a formar parte de mi historia, a ser un personaje más del libro, en blanco, que es la vida. Te ganaste, por derecho, un trocito de mi alma, ese que se fue contigo. Siempre me sentí muy dichoso por ser tú mi buen amigo.
            Ansío que descanses eternamente colmado de paz en algún lugar que todos los seres humanos desconocemos. Un lugar, donde no exista el tiempo. Allí nos encontraremos de nuevo, amigo René, y, cuando esto suceda, seguiremos poniendo nuevos nombres a los luceros.

(En memoria de René León González, fundador y editor de la Revista PENSAMIENTO, fallecido, en Tampa, Florida, EE UU, el 26 de mayo de 2019)

RENÉ LEÓN GONZÁLEZ. IN MEMORIAM

Te cegó la guadaña tus rosales,
deshojando sus pétalos de oro
que en mi vetusta ánfora atesoro


junto al mármol helado de mis males.

Ya nunca te veré, luz de ideales,
y cada día, con mi miel, te imploro,
que no se tale nunca el sicomoro
primaveral de todos tus panales.

Oh René, amigo mío, tu madura
fruta esclarece, con tesón, mi río
de albas rebeldes y de gran bravura.

Abonan mis recuerdos, con trapío,
tus veneros de amor y de ternura,
que resplandecen hasta en lo baldío.

                    Carlos Benítez Villodres
                            Málaga (España)







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