"EL MODELO CUBANO INCLUYE ESA INJERENCIA MEDULAR..."
Luis
Marin.
Ciertamente
“el modelo cubano” incluye esa injerencia medular de las FAR en todo el
andamiaje del Estado, incluso en el Partido Comunista que según la constitución
es la vanguardia de la sociedad, en el que, por ejemplo, de quince miembros que
tiene el politburó, diez son militares.
Pero es
que además manejan casi toda la economía de la isla y su comercio exterior a
través del Grupo de Administración Empresarial, S.A., que sustituyó a la Unión
de Empresas Militares, un súper holding presidido por el general Luis Alberto
Rodríguez López-Callejas, cuya mejor credencial es ser yerno de Raúl Castro,
esposo de su hija Deborah Castro Espín y padre de su jefe de seguridad personal
Raúl Rodríguez Castro, el nieto-guardaespaldas, alias “el cangrejo”.
Existen
otros emporios empresariales como CIMEX que tiene una división mayorista y otra
minorista, la Corporación Gaviota comprende las áreas de turismo, decenas de
hoteles, restaurantes, múltiples servicios, CADECAS controla las remesas,
cobrando un diezmo por las operaciones cambiarias y así sucesivamente, se puede
pasar revista a todas las actividades económicas sin que ninguna escape al
control militar.
En
Venezuela llama la atención la reciente creación de la Compañía Anónima Militar
de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas (CAMIMPEG), cuyo único antecedente
era la Compañía Anónima Venezolana de Industrias Militares (CAVIM), ocupada
casi exclusivamente de la fabricación y comercio de armas y explosivos.
Pero es
que a partir del Plan Bolívar 2000 y el tristemente célebre Central Azucarero
Ezequiel Zamora (CAEZ) de los comienzos de la dictadura, se han creado empresas
de transporte, sistemas de comunicaciones, agropecuarias, constructora con su
filial en canteras y materiales, fondos de inversiones, televisoras, vehículos,
viajes y turismo, hasta una universidad, además del antiguo IPSFA, son decenas
de compañías y otras instituciones de carácter económico.
Un rasgo
común de estos emporios comerciales es que sólo su forma es mercantil, porque
se trata de sociedades y compañías anónimas cuyo único accionista es el Estado;
pero además se caracterizan por su opacidad, porque como sus gemelas cubanas no
publican estados financieros ni están sometidas al control de ningún auditor o
contralor externo e independiente.
Otro
rasgo distintivo es que no son competitivas, no entran a concursar en un
mercado abierto, para ver cuál pueda ser su rentabilidad, eficacia y
eficiencia, sino que actúan como monopolios, impidiendo autoritativamente el
acceso a inversionistas privados en sus nichos de comercialización y mercados
cautivos, prescindiendo por completo de las leyes de oferta y demanda.
Esto
dibuja un nuevo “modelo de negocio” que no ha sido suficientemente estudiado y
agrega otro ingrediente adicional al carácter inédito de esta
novísima dictadura que combina el clásico Estado Patrimonial y mercantilista
con una alianza estratégica con el gran capital financiero transnacional, que
es su socio y soporte, irónicamente bautizado “socialismo del siglo XXI”;
aunque debería ser “capitalismo militar del siglo XXI”.
La
globalización, como los dioses del Olimpo, engendra hijos monstruosos.
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