POR LA CONCIENCIA -POLÍTICA-
Lo más
sorprendente de la conferencia CASLA y la Corte Penal Internacional dictada por
Tamara Sujú en el Instituto Interamericano para la Democracia el 5 de abril es
el espeso silencio que la rodea, no hay nada parecido a un “escándalo”
internacional por las denuncias que son en sí mismas escandalosas.
La
Comisión de Derechos Humanos de la ONU que ha condenado 62 veces a Israel, la
única sociedad abierta del medioriente, ni siquiera ha mencionado una sola vez
al régimen venezolano; la expresión “Cuba, la potencia ocupante”, no ha sido
articulada por ningún funcionario, ni aparece en el lenguaje oficial de ninguna
de sus oficinas.
Y
esto es tanto más curioso porque las FFAA cubanas han intervenido en decenas de
guerras no sólo en África sino alrededor del mundo, incluso Vietnam y Siria, a
título de su guerra global contra “el imperialismo” que, según la mitología
castrista, es el agresor por antonomasia.
Las
únicas menciones a Cuba son las rutinarias condenas de la Asamblea General al
“bloqueo” de los EEUU, casi unánimes, que ahora cuentan con la abstención
incluso de los mismos EEUU que tradicionalmente eran acompañados por el
solitario voto en contra de Israel.
La
verdad es que la izquierda controla tan completamente las redes de
organizaciones defensoras de derechos humanos y los medios de comunicación en
occidente que ningún régimen que se auto identifique políticamente con ella
recibirá otra cosa que justificaciones, no importa lo que haga.
Si
hiciera falta demostración basta pasar revista a los llamados premios Nobel de
la Paz, por ejemplo, Adolfo Pérez Esquivel, para quien “Venezuela no vive en
dictadura, sino una agresión permanente para desestabilizar”. No en balde es
miembro del Comité Asesor del Canal Tele Sur, órgano propagandístico del Foro
de Sao Paulo, financiado íntegramente por Venezuela.
Rigoberta
Manchú declara que “Venezuela promueve los Derechos Humanos en el mundo”.
Ambos, junto a Timochenko, felicitan a Juan Manuel Santos al recibir el
premio por imponerle a los colombianos, contra su voluntad expresada en
plebiscito, sus llamados “acuerdos de paz” con las FARC.
Pero
esta conferencia hace recordar que los jóvenes torturados en los calabozos de
La Tumba fueron precisamente los que Juan Manuel Santos entregó al régimen de
su nuevo mejor amigo, sin hacer luego el menor seguimiento, como hubiera
correspondido en caso de extradición lo que, por supuesto, no excluye su
responsabilidad tratándose de crímenes de lesa humanidad.
Lo
más desconcertante es que el Comité noruego del Nobel no haya considerado estas
circunstancias harto conocidas antes de otorgarle un premio tan discutible, por
no hablar de los muy cuestionables ya mencionados, si se lo han dado hasta a
Yasser Arafat.
De
Barack Hussein Obama II puede decirse que nadie ha hecho tanto por la expansión
del Islam y el comunismo, las dos ideologías totalitarias que amenazan la
libertad en el mundo. Y el también socialista Oscar Arias, ha hecho
pronunciamientos contra la dictadura en general, pero no contra la tortura en
particular.
Amnistía
Internacional, que hace esporádicas y erráticas declaraciones sobre Venezuela
no le ha dado a estas denuncias la relevancia que le concede, por ejemplo, a la
cárcel de Guantánamo, que puso en el centro de la agenda mundial de DDHH,
cuando nunca hubo allá ni una fracción del número presos que asesinan aquí en
una sola redada.
Estas
organizaciones supuestamente defensoras de DDHH son infaliblemente
antiamericanas y anti-israelíes, de hecho, no se sabe de ninguna que haya
defendido jamás los derechos de ningún judío en Europa o el mundo árabe, al
contrario, las muy numerosas de Israel sólo se ocupan en defender los derechos
de los árabes.
Las
tiranías de Cuba, Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Venezuela pueden gozar
tranquilas de la impunidad que les concede el andamiaje construido por las
internacionales comunistas, socialistas e islamistas, que influyen en
organizaciones como la ONU, UE, OEA, OUA entre otras, que sucumben lastimosamente
a las mayorías automáticas.
La
Corte Penal, como buen organismo internacional, se comportará como lo ha venido
haciendo: El anterior fiscal, Luis Moreno Ocampo, argentino, profesor de
Harvard (no se sabe si le dio clases a Obama), ferviente admirador del
socialista prevaricador Baltasar Garzón, alcanzó la fama persiguiendo a las
juntas militares argentinas; pero sobre los expedientes de Chávez nunca hizo el
menor pronunciamiento.
La
actual, Fatou Bom Bensouda, musulmana, especialista en Derecho del Mar, fue
Fiscal General, Procuradora y Ministro de Justicia de Yaya Jamé, viejo mejor
amigo de Chávez, atrabiliario dictador de Gambia por 22 años, que declaró
“República Islámica” para atraer inversiones árabes cuando la UE comenzó a
aplicarle sanciones, fue obligado a aceptar el resultado electoral en enero,
previa intervención de una coalición de ejércitos africanos liderados por
Senegal con respaldo de la OUA.
Desde
su inicio en 2012 declaró respecto a la violación de derechos humanos en su
propio país que “mi corte no es una corte de derechos humanos. Yo tengo que
permanecer independiente”. “No soy comisionada de derechos humanos, sino
fiscal.” “Voy tras los crímenes que caen dentro de mi jurisdicción, no
cualquier crimen”. Es decir, crímenes de guerra, contra la humanidad y
genocidio. “No voy señalar al gobierno por cuestiones políticas”. “No voy a
pronunciarme sobre cuestiones políticas”.
La
CPI hará con esta denuncia lo mismo que con todas las anteriores y se puede
resumir en una sola palabra: nada.
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