domingo, 30 de abril de 2017

EL TINGLADO DE LA TORTURA

POR LA CONCIENCIA -POLÍTICA-

Por Luis Marin
 Lo más sorprendente de la conferencia CASLA y la Corte Penal Internacional dictada por Tamara Sujú en el Instituto Interamericano para la Democracia el 5 de abril es el espeso silencio que la rodea, no hay nada parecido a un “escándalo” internacional por las denuncias que son en sí mismas escandalosas.
 La Comisión de Derechos Humanos de la ONU que ha condenado 62 veces a Israel, la única sociedad abierta del medioriente, ni siquiera ha mencionado una sola vez al régimen venezolano; la expresión “Cuba, la potencia ocupante”, no ha sido articulada por ningún funcionario, ni aparece en el lenguaje oficial de ninguna de sus oficinas.
 Y esto es tanto más curioso porque las FFAA cubanas han intervenido en decenas de guerras no sólo en África sino alrededor del mundo, incluso Vietnam y Siria, a título de su guerra global contra “el imperialismo” que, según la mitología castrista, es el  agresor por antonomasia.
 Las únicas menciones a Cuba son las rutinarias condenas de la Asamblea General al “bloqueo” de los EEUU, casi unánimes, que ahora cuentan con la abstención incluso de los mismos EEUU que tradicionalmente eran acompañados por el solitario voto en contra de Israel.

 La verdad es que la izquierda controla tan completamente las redes de organizaciones defensoras de derechos humanos y los medios de comunicación en occidente que ningún régimen que se auto identifique políticamente con ella recibirá otra cosa que justificaciones, no importa lo que haga.
 Si hiciera falta demostración basta pasar revista a los llamados premios Nobel de la Paz, por ejemplo, Adolfo Pérez Esquivel, para quien “Venezuela no vive en dictadura, sino una agresión permanente para desestabilizar”. No en balde es miembro del Comité Asesor del Canal Tele Sur, órgano propagandístico del Foro de Sao Paulo, financiado íntegramente por Venezuela.
 Rigoberta Manchú declara que “Venezuela promueve los Derechos Humanos en el mundo”. Ambos, junto a Timochenko, felicitan a Juan Manuel Santos al recibir el  premio por imponerle a los colombianos, contra su voluntad expresada en plebiscito, sus llamados “acuerdos de paz” con las FARC.
 Pero esta conferencia hace recordar que los jóvenes torturados en los calabozos de La Tumba fueron precisamente los que Juan Manuel Santos entregó al régimen de su nuevo mejor amigo, sin hacer luego el menor seguimiento, como hubiera correspondido en caso de extradición lo que, por supuesto, no excluye su responsabilidad tratándose de crímenes de lesa humanidad.
 Lo más desconcertante es que el Comité noruego del Nobel no haya considerado estas circunstancias harto conocidas antes de otorgarle un premio tan discutible, por no hablar de los muy cuestionables ya mencionados, si se lo han dado hasta a Yasser Arafat.
 De Barack Hussein Obama II puede decirse que nadie ha hecho tanto por la expansión del Islam y el comunismo, las dos ideologías totalitarias que amenazan la libertad en el mundo. Y el también socialista Oscar Arias, ha hecho pronunciamientos contra la dictadura en general, pero no contra la tortura en particular.
 Amnistía Internacional, que hace esporádicas y erráticas declaraciones sobre Venezuela no le ha dado a estas denuncias la relevancia que le concede, por ejemplo, a la cárcel de Guantánamo, que puso en el centro de la agenda mundial de DDHH, cuando nunca hubo allá ni una fracción del número presos que asesinan aquí en una sola redada.
 Estas organizaciones supuestamente defensoras de DDHH son infaliblemente antiamericanas y anti-israelíes, de hecho, no se sabe de ninguna que haya defendido jamás los derechos de ningún judío en Europa o el mundo árabe, al contrario, las muy numerosas de Israel sólo se ocupan en defender los derechos de los árabes.
 Las tiranías de Cuba, Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Venezuela pueden gozar tranquilas de la impunidad que les concede el andamiaje construido por las internacionales comunistas, socialistas e islamistas, que influyen en organizaciones como la ONU, UE, OEA,  OUA entre otras, que sucumben lastimosamente a las mayorías automáticas.
 La Corte Penal, como buen organismo internacional, se comportará como lo ha venido haciendo: El anterior fiscal, Luis Moreno Ocampo, argentino, profesor de Harvard (no se sabe si le dio clases a Obama), ferviente admirador del socialista prevaricador Baltasar Garzón, alcanzó la fama persiguiendo a las juntas militares argentinas; pero sobre los expedientes de Chávez nunca hizo el menor pronunciamiento.
 La actual, Fatou Bom Bensouda, musulmana, especialista en Derecho del Mar, fue Fiscal General, Procuradora y Ministro de Justicia de Yaya Jamé, viejo mejor amigo de Chávez, atrabiliario dictador de Gambia por 22 años, que declaró “República Islámica” para atraer inversiones árabes cuando la UE comenzó a aplicarle sanciones, fue obligado a aceptar el resultado electoral en enero, previa intervención de una coalición de ejércitos africanos liderados por Senegal con respaldo de la OUA.
 Desde su inicio en 2012 declaró respecto a la violación de derechos humanos en su propio país que “mi corte no es una corte de derechos humanos. Yo tengo que permanecer independiente”. “No soy comisionada de derechos humanos, sino fiscal.” “Voy tras los crímenes que caen dentro de mi jurisdicción, no cualquier crimen”. Es decir, crímenes de guerra, contra la humanidad y genocidio. “No voy señalar al gobierno por cuestiones políticas”. “No voy a pronunciarme sobre cuestiones políticas”.
 La CPI hará con esta denuncia lo mismo que con todas las anteriores y se puede resumir en una sola palabra: nada.



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