Por Luis Marin
Para este momento el país del
que venimos hablando quizás ya no exista. En todo caso, nunca volverá a ser el
que había sido. Es un hecho extraordinario que al cumplirse exactamente un
siglo del Pacto Sykes-Picot, los insurgentes declaren explícitamente su
objetivo de borrar esa línea que nunca debió existir, con la que ninguno se
identifica y que ya nadie reconoce.
Pero, ¿y cuál será la nueva línea? ¿Cuáles serán las fronteras
reales de esta región tan movible como las dunas y los nómadas del desierto?
Desde el noroeste, de los puertos de Latakia y Tartus hacia
Damasco al suroeste, la franja mediterránea que ocupa el régimen de Bashar
Al-Assad, con apoyo de Rusia, Hezbolá del Líbano e Irán.
Al norte, la zona del Kurdistán, en eterna disputa con Turquía; al
sur los Drusos, con retaguardia tácita y comprensible de Israel.
Al centro-este, en la difusa frontera con Irak, lo que ocupa el
Estado Islámico, ISIS, el Califato, DAESH o como quiera llamarse. Esta última
denominación que acuñaron los países árabes con el propósito de negar que sea
un Estado ni que tenga nada que ver con el Islam, adoptada por Francois
Hollande, ha tenido poco éxito en el público occidental, bien porque es un
acróstico intraducible pero también porque la prensa suele tomar los términos
tal como los sirven los interesados, sin mediación ni crítica alguna.
Para complicar todavía más el panorama interviene el Ejercito
Libre de Siria, una serie de movimientos insurgentes pro-occidentales, apoyados
por Estados Unidos, Francia y quien sabe quién más, equidistantes del gobierno
de Al-Assad y del DAESH por igual.
Finalmente, rondan los fantasmas de Al Nusra o Al Quaeda en Siria,
Khorasan y los restos del ejército de Saddam, sunitas desplazados a Siria, que
es difícil de determinar qué rol juegan pero algo deben jugar, vista la súbita
organización y eficacia del EI, su inexplicable despliegue de recursos
económicos, propagandísticos y poder de fuego.
El futuro de Siria es la balcanización, como ocurre en Irak,
Libia, según el modelo visto en Yugoslavia, todos antaño regidos por líderes
militares comunistas, socialistas, revolucionarios, cuyos modelos son Gamal
Abdel Nasser y Josip Broz Tito, fundadores del Movimiento de Países No Alineados,
el que hoy preside Nicolás Maduro, quien recibió el relevo de Hasán Rouhaní,
presidente de Irán.
Los caminos de la historia son tan misteriosos, como los designios
de Dios.
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