lunes, 17 de abril de 2017

CON LOS SANTOS NO SE JUEGA

"PERO HAY CUESTIONES DURAS QUE ESTAN POR ENCIMA..."

 
Por Luis Marín.

En EEUU se suele decir que “nadie sabe lo que hará el presidente Trump, ni siquiera el mismo presidente Trump”, por lo que resulta ocioso conjeturar cuál pueda ser el curso que tomará su relación con Castro para alejarse de la apertura de Obama (siempre que no sea desautorizado por algún juez federal).

Pero hay cuestiones duras que están por encima de lo que haga o deje de hacer una administración, así como sobre la pretendida omnipotencia del partido comunista, por ejemplo, que Raúl Castro tiene ya 85 años y aunque diga que abandonará el  poder en el 2018 no existe ninguna garantía de eso ni de cualquier otra alternativa.

Aquí cobra especial pertinencia la sentencia de Nikita Kruschev que dice: “Si el socialismo quiere tener algún futuro, tiene que resolver el problema de la sucesión. No puede ser que cada vez que se plantee un relevo de mando lleguemos al borde de la guerra civil”.


Kruschev no ocultaba su envidia ante el hecho de que las democracias occidentales han encontrado mecanismos institucionales para traspasar pacíficamente el poder o, como diría Raymond Aron, “sin derramamiento de sangre”. Este problema no lo ha resuelto ni remotamente la élite dominante en Cuba.

A nadie se le escapa que el anuncio de la muerte de Fidel Castro el 25 de noviembre pasado fue sólo eso, un anuncio; nadie cree que haya muerto realmente ese día que es el mismo en que sesenta años atrás, en 1956, el yate Granma zarpó del puerto de Tuxpan, Veracruz, México, para invadir a Cuba, iniciando la lucha armada en la Sierra Maestra.

El 26, día en que el Comité Organizador inició las exequias, tiene tan relevantes connotaciones esotéricas para esa secta que hace la coincidencia tan oportuna como le resta credibilidad: a su movimiento lo llamó 26 de julio (M-26), nació el año 26, su día es el 13, o sea, la mitad de 26 y así un largo etcétera.

Se decretaron 9 días de duelo nacional, es decir, un novenario, como es costumbre para los fieles difuntos en la religión católica. Pero lo más llamativo es que la fecha escogida para el entierro al pasar los nueve días cayó el 4 de diciembre, esto es, el día de  Santa Bárbara, adorada por los cubanos, pero también del orishá Changó, deidad de la religión yoruba, de la santería cubana, dios del trueno, la virilidad, la guerra. Ambos ataviados de rojo, fácil de asociar con la bandera del partido.

Desde el principio Castro utilizó estas truculencias, haciendo posar una paloma blanca amaestrada en su hombro mientras daba su primer discurso, desde entonces se dio a conocer como “el mensajero de Ochún”, otra orishá, esposa de Changó, que se sincretiza en la Virgen de la Caridad del Cobre, La Cachita, Patrona de Cuba.

El verdadero fracaso del marxismo en Cuba fue su intento de imponer una filosofía materialista y tener que rendirse ante la ancestral espiritualidad del pueblo cubano; pero esto los aleja de las preocupaciones prácticas de la vida, económicas, lo que ayuda a comprender que estén más cerca del Papa Francisco que de Donald Trump, que adopta un crudo pragmatismo mientras Castro se refugia en la magia y el ocultismo.

Raúl Castro ha declarado que “con un Papa así” hasta él volverá a la Iglesia; el Papa replica que “son los comunistas los que piensan como cristianos”. Para los jesuitas el comunismo ya no es el problema sino el consumismo, que luchan por erradicar.

De Fidel Castro se sabe que fue educado por los jesuitas, así como que San Ignacio de Loyola fue un militar, creador original de los principios de disciplina, subordinación y obediencia absolutos. Sus camaradas lo denunciaron ante el Papa Pablo IV como “un tirano, que gobierna despóticamente”. Y no porque fuera terco, empecinado e inflexible, como siempre se dice, sino porque es imposible crear una organización ascética sin un estricto autoritarismo.

Se ignora por completo cuáles puedan ser los ritos funerarios comunistas porque se supone que son ateos, por lo que no hay pastores que ayuden al tránsito del alma al más allá, entonces, Raúl Castro tiene que oficiar como deudo, sucesor y sumo sacerdote de un culto desconocido, celebrado en estricta privacidad. 

Para aumentar los interrogantes se incineró el cadáver, de manera que no se puede saber ni se podrá verificar nunca cuándo y de qué murió, ni siquiera de quién o qué serán esas supuestas cenizas que pasearon a lo largo de la isla para inhumarlas en Santiago dentro de una enigmática roca de granito de varias toneladas, casi esférica, con una liturgia  extraña, lo que justifica otras especulaciones.

Quizás sea sólo un gusto del tirano que sepultó a su esposa fallecida en 2007, Vilma Espín, en una semejante ubicada en el Mausoleo del II Frente Oriental donde se reservó un lugar para sí mismo; pero el culto de la roca puede encontrarse en religiones como el Islam, que venera la piedra negra de la Kaaba y el domo de la roca en el Monte del Templo, desde la que Mahoma habría ascendido al cielo con todo y su caballo, Buraq.

Según la tradición Jesús le dijo a su discípulo Simón que “eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”, donde se fundamenta el derecho sucesoral del papado. Sería una piedra fundacional, símbolo de la solidez de la revolución, la base de un nuevo credo.

En Venezuela de inmediato el sacerdote José Palmar, antiguo chavista, denunció que quien murió fue un tal Silvino Álvarez, que ejercía como doble de Fidel Castro, quien habría muerto el 5 de marzo de 2013.

Curiosamente, la fecha que le atribuyen a Hugo Chávez, quien no murió el 5 de  marzo de 2013, como se dijo, sino el 30 de diciembre de 2012, según su jefe de seguridad, el capitán Leamsy Salazar.

Fantásticos montajes, urdidos meticulosamente, con cada paso calculado, nada dejado al azar o a la espontaneidad, como corresponde a buenos comunistas-científicos; pero todo tan falso como un museo de cera.


Vidas consagradas a la mentira, no pueden tener ni siquiera una muerte cierta.

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