"PERO HAY CUESTIONES DURAS QUE ESTAN POR ENCIMA..."
Por Luis Marín.
En EEUU se suele decir que “nadie sabe lo
que hará el presidente Trump, ni siquiera el mismo presidente Trump”, por lo
que resulta ocioso conjeturar cuál pueda ser el curso que tomará su relación
con Castro para alejarse de la apertura de Obama (siempre que no sea
desautorizado por algún juez federal).
Pero hay cuestiones duras que están por
encima de lo que haga o deje de hacer una administración, así como sobre la
pretendida omnipotencia del partido comunista, por ejemplo, que Raúl Castro
tiene ya 85 años y aunque diga que abandonará el poder en el 2018 no
existe ninguna garantía de eso ni de cualquier otra alternativa.
Aquí cobra especial pertinencia la
sentencia de Nikita Kruschev que dice: “Si el socialismo quiere tener algún
futuro, tiene que resolver el problema de la sucesión. No puede ser que cada
vez que se plantee un relevo de mando lleguemos al borde de la guerra civil”.
Kruschev no ocultaba su envidia ante el
hecho de que las democracias occidentales han encontrado mecanismos
institucionales para traspasar pacíficamente el poder o, como diría Raymond
Aron, “sin derramamiento de sangre”. Este problema no lo ha resuelto ni
remotamente la élite dominante en Cuba.
A nadie se le escapa que el anuncio de la
muerte de Fidel Castro el 25 de noviembre pasado fue sólo eso, un anuncio;
nadie cree que haya muerto realmente ese día que es el mismo en que sesenta
años atrás, en 1956, el yate Granma zarpó del puerto de Tuxpan, Veracruz,
México, para invadir a Cuba, iniciando la lucha armada en la Sierra Maestra.
El 26, día en que el Comité Organizador
inició las exequias, tiene tan relevantes connotaciones esotéricas para esa
secta que hace la coincidencia tan oportuna como le resta credibilidad: a su
movimiento lo llamó 26 de julio (M-26), nació el año 26, su día es el 13, o
sea, la mitad de 26 y así un largo etcétera.
Se decretaron 9 días de duelo nacional, es
decir, un novenario, como es costumbre para los fieles difuntos en la religión
católica. Pero lo más llamativo es que la fecha escogida para el entierro al
pasar los nueve días cayó el 4 de diciembre, esto es, el día de Santa
Bárbara, adorada por los cubanos, pero también del orishá Changó, deidad de la
religión yoruba, de la santería cubana, dios del trueno, la virilidad, la
guerra. Ambos ataviados de rojo, fácil de asociar con la bandera del partido.
Desde el principio Castro utilizó estas
truculencias, haciendo posar una paloma blanca amaestrada en su hombro mientras
daba su primer discurso, desde entonces se dio a conocer como “el mensajero de
Ochún”, otra orishá, esposa de Changó, que se sincretiza en la Virgen de la
Caridad del Cobre, La Cachita, Patrona de Cuba.
El verdadero fracaso del marxismo en Cuba
fue su intento de imponer una filosofía materialista y tener que rendirse ante
la ancestral espiritualidad del pueblo cubano; pero esto los aleja de las
preocupaciones prácticas de la vida, económicas, lo que ayuda a comprender que
estén más cerca del Papa Francisco que de Donald Trump, que adopta un crudo
pragmatismo mientras Castro se refugia en la magia y el ocultismo.
Raúl Castro ha declarado que “con un Papa
así” hasta él volverá a la Iglesia; el Papa replica que “son los comunistas los
que piensan como cristianos”. Para los jesuitas el comunismo ya no es el
problema sino el consumismo, que luchan por erradicar.
De Fidel Castro se sabe que fue educado
por los jesuitas, así como que San Ignacio de Loyola fue un militar, creador
original de los principios de disciplina, subordinación y obediencia absolutos.
Sus camaradas lo denunciaron ante el Papa Pablo IV como “un tirano, que
gobierna despóticamente”. Y no porque fuera terco, empecinado e inflexible,
como siempre se dice, sino porque es imposible crear una organización ascética
sin un estricto autoritarismo.
Se ignora por completo cuáles puedan ser
los ritos funerarios comunistas porque se supone que son ateos, por lo que no
hay pastores que ayuden al tránsito del alma al más allá, entonces, Raúl Castro
tiene que oficiar como deudo, sucesor y sumo sacerdote de un culto desconocido,
celebrado en estricta privacidad.
Para aumentar los interrogantes se
incineró el cadáver, de manera que no se puede saber ni se podrá verificar
nunca cuándo y de qué murió, ni siquiera de quién o qué serán esas supuestas
cenizas que pasearon a lo largo de la isla para inhumarlas en Santiago dentro
de una enigmática roca de granito de varias toneladas, casi esférica, con una
liturgia extraña, lo que justifica otras especulaciones.
Quizás sea sólo un gusto del tirano que
sepultó a su esposa fallecida en 2007, Vilma Espín, en una semejante ubicada en
el Mausoleo del II Frente Oriental donde se reservó un lugar para sí mismo;
pero el culto de la roca puede encontrarse en religiones como el Islam, que
venera la piedra negra de la Kaaba y el domo de la roca en el Monte del Templo,
desde la que Mahoma habría ascendido al cielo con todo y su caballo, Buraq.
Según la tradición Jesús le dijo a su
discípulo Simón que “eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”,
donde se fundamenta el derecho sucesoral del papado. Sería una piedra
fundacional, símbolo de la solidez de la revolución, la base de un nuevo credo.
En Venezuela de inmediato el sacerdote
José Palmar, antiguo chavista, denunció que quien murió fue un tal Silvino Álvarez,
que ejercía como doble de Fidel Castro, quien habría muerto el 5 de marzo de
2013.
Curiosamente, la fecha que le atribuyen a
Hugo Chávez, quien no murió el 5 de marzo de 2013, como se dijo, sino el
30 de diciembre de 2012, según su jefe de seguridad, el capitán Leamsy Salazar.
Fantásticos montajes, urdidos
meticulosamente, con cada paso calculado, nada dejado al azar o a la
espontaneidad, como corresponde a buenos comunistas-científicos; pero todo tan
falso como un museo de cera.
Vidas consagradas a la mentira, no pueden
tener ni siquiera una muerte cierta.
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