"...HAY QUE AGREGARLE LA IMPORTANCIA DEL CONFLICTO..."
Por, Luis Marin.
El vistazo más superficial a la nomenclatura cubana
revela que la familia Castro ocupa sin discusión el tope de los cargos de
poder; pero no son sólo ellos, con sobrada razón se han llamado “los herederos”
a los delfines de los veteranos de la Sierra Maestra, que son una especie de
aristocracia revolucionaria, mucho más exclusiva que los amos de Buckingham.
La realeza cubana se ha educado en las mejores
universidades del mundo y no precisa ni exclusivamente en la Universidad
Lomonósov de Moscú, se encuentran perfectamente adiestrados para asumir las
riendas del negocio familiar tan pronto sus viejos vayan dejando el paso
abierto por razones estrictamente generacionales.
En Venezuela el nepotismo se ha llevado a extremos
absolutamente delirantes, como todo lo que ha hecho esta revolución en materia
de oportunismo, corrupción, ventajismo y abuso de poder. Fue un pasatiempo
estimulante perseguir, por ejemplo, al apellido Flores en los intersticios
administrativos de la antigua Asamblea Nacional durante el reinado de
Cilia; como es igualmente extendido el apellido Cabello.
Cuando designan a alguien jefe de una institución,
desde un ministerio a cualquier empresa del Estado, una refinería de petróleo o
una empresa expropiada, lo primero que hace es llevar a su cónyuge como gerente
de algo, luego los hijos, sobrinos, después los colaterales y así hasta el
jardinero, el chofer y la doméstica, que a partir de ahí van a cobrar de los
fondos públicos.
Cuando el ente se arruina, como suele suceder, lo
ascienden a otro y así hasta llegar a donde estamos ahora, al borde del colapso
total, en una sorprendente privatización de las instituciones públicas en
nombre del socialismo.
Si nuestra situación no fuera suficientemente trágica,
hay que agregarle la importación de conflictos que nos son completamente
ajenos, como el conflicto del medio oriente, por ejemplo.
Por arte de “la solidaridad entre los pueblos”, la
ideología justificadora del papel de carne de cañón de los soldados cubanos en
la geopolítica de la guerra fría, ahora nos hemos convertido en aliviadero no
solo de la guerrilla colombiana sino de cualquier otra parte del globo donde se
combata al enemigo común, el imperialismo norteamericano.
Así, Venezuela se ha convertido en una ficha en el
tablero global de una confrontación extra fronteras de la que no se puede
derivar ningún beneficio pero sí graves perjuicios.
Y este
es el último tema que sale a relucir en nuestro debate, traído al panel por los
participantes: el hecho incontrovertible de la presencia creciente de
organizaciones extremistas islámicas que enrarecen todavía más nuestro ya
turbio panorama político.
Venezuela ya no es solamente el puente para el
narcotráfico que sale de Colombia hacia Europa y los EEUU, sino que es
receptora de islamistas que se “occidentalizan” en el país, adquiriendo nuevas
identidades y fisonomía, para seguir sus rutas de infiltración en Norteamérica,
Canadá y México inclusive.
Finalmente, la consigna de salir de Maduro ya quedó
superada por los hechos, no sólo porque no gobierna al país, si es que lo
gobernó alguna vez, superado por las logias militares SA, sino porque aún en
ese caso, ¿cómo salir de las FARC y el ELN, de Hezbolá e Irán?
El cuadro es complicado y peligroso, imposible de
resolver en un bosquejo tan limitado y breve como el que disponemos.
Pero esta es la línea de reflexión que hemos propuesto
y reiteramos.
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