"... si no hay entendimiento, la frustración se apodera del ser humano."
Lola
Benítez Molina
Málaga
(España)
Desde que el
hombre existe ha ido buscando un lugar donde labrar su futuro, en el que dar
rienda suelta a sus inquietudes. Moisés ya fue en busca de la tierra prometida.
El
hombre es un ser errante por naturaleza lleno de desazones, que unas veces lo
estimulan y, otras, lo llevan a las más dolorosas profundidades, pero lo que
está claro es que las costumbres, que echan sus raíces en un lugar, esas
perduran, y la memoria se encarga de sustentar su vida. Adrenalina conjugada
con sentimientos afloran para dar sentido a una, a veces, agonía maltrecha.
Deambula a solas con su conciencia y establece sus propios límites. En el amor,
venganza, odio, poder, ambición, etc. no hay límites, y el que busca la perfección
entra en un camino sin final, por derroteros que parecen inquebrantables. Una
fusión delirante de ideas convulsas que no sacia al instinto.
Si
no hay memoria, no hay nada, si no hay entendimiento, la frustración se apodera
del ser humano.
Ante
el papel inerte las horas rotas pasan, los segundos eternos interfieren en la
memoria, golpean los más dulces pensamientos. El momento se volatiliza y las
noches de insomnio estimulan a las musas. El sueño, atrapado por la oscuridad,
florece con el rocío y cada poro de la piel se eriza en pos de un ideal. Los
ojos admiran la sutileza de la fragilidad, que gana grandilocuencia en cada
palabra escrita, la que desaparece no tiene valor, pero al fin despierta para
luego volver a ensombrecer. Es un juego de malabares con nostalgia de quietud.
Esa sensación es la que experimentaría la llamada “generación perdida” en
ciertos momentos de su vida, si bien, el legado que dejaron, como suele
decirse, es de un valor incalculable.
Con
dicho nombre se conoce a un grupo de escritores estadounidenses: Francis Scott
Fitzgerald, Ernest Hemingway, John Dos Pasos, John Steinbeck, Faulkner…, que
forjaron su carrera después de la I Guerra Mundial. Como no podía ser de otra
manera, en su obra reflejaron el clima de pesimismo de la posguerra y la
Depresión, período que comprende desde 1918 hasta 1929. Todos ellos, de
profundas inquietudes culturales, y ante el vacío cultural del momento en su
país, viajaron a París y a otras ciudades de Europa, donde vivieron
intensamente los años veinte, la era del Jazz y su ambiente artístico.
Sería
la escritora y mecenas Gertrude Stein quien les pondría ese nombre.
Y como dijo
John Dos Passos: “Podéis arrancar al hombre de su país, pero no podéis arrancar
el país del corazón del hombre”.
Solo quiero decir como uno de mis favoritos escritores:" Podéis arrancar al hombre de su país, pero no podéis arrancar el país del corazón del hombre". Eso lo vemos en el caso de los cubanos del exilio, que sus ideales y metas es su país. Y esta conocida escritora de Málaga nos trae este artículo muy interesante como todos los que siempre escribe.
ResponderEliminar¡Muy bien expresado!
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