Ha llegado a mis manos por cortesía de su
autor René León, el maravilloso libro Recuerdos del Ayer:
Trinidad / Casilda el cual introduce con el poema
titulado El Silencio de la Noche … a Casilda: “Sentado estoy/ en la orilla de
la playa/ mirando la caída / de la tarde, / […] Veo a lo lejos / las luces
/ del pueblo / que se van apagando / una tras otra, / hasta que va / quedando /
en el silencio de la noche. (1989).
Luego
viene la presentación titulada Sobre el autor hecha por
nuestro inolvidable colega y amigo (q.e.p.d.) Dr. Rowland J. Bosch (quien
lo consideraba como un hermano), escrita en abril del 2015,
meses antes de su fallecimiento.
Después
de la dedicatoria En memoria, hace la Introducción en
donde nos informa que nació en la ciudad de La Habana, aunque parte de su niñez
y de su juventud la pasó en el Puerto de Casilda, y aclara: “He escrito este
libro con el sólo fin de rendir un homenaje al pueblo de Casilda. En él
hago referencia a los recuerdos infantiles y a los de mi juventud, el período
más hermoso de mi agitada vida”. Un poco más adelante explica que los
protagonistas son personajes reales; y con el bien merecido orgullo y
seguridad de su profesionalismo como historiador y literato, refiriéndose a su
libro dice: “ […] A Dios gracias! Si alguien no toma interés en
leerlo, no sabe lo que se pierde. Me he cuidado de que lo relatado sea lo más
sencillo, para la mejor comprensión de todos”.
Treinta y dos relatos vertebran su libro permeado con admirable acopio de
historias y leyendas tanto de personajes típicos, como de costumbres y
tradiciones y –por supuesto– el detallado escrito sobre Los Primeros
Años en donde pormenorizadamente narra la historia de los primeros
fundadores y colonizadores españoles de Trinidad y
de Casilda: “el 23 de diciembre de 1513 llegó Diego Velázquez
con un grupo de sus hombres a la boca del río Tayaba, dirigiéndose
desde allí al pueblo indio de Macanilla. Esto lo informa el Rey
en su carta del 1 de abril de 1514” Con lujo de detalles habla del
deplorable comercio clandestino de esclavos de aquella época;
de la piratería de barcos, y los ataques de filibusteros y corsarios. Así nos
narra: “En el año 1852 saldría de Casilda, el bergantín “La Isabel” con
rumbo a Gallinas en África, en busca de esclavos para ser vendidos en Cuba.
Había sido habilitado por comerciantes de Trinidad y de La Habana. Esta
información aparece en el libro Ayer, cuentos,
Charlotte, N.C. René León, 1986”.
En la
página 16 dice: “En el Puerto de Casilda había vigías al tanto de la vigilancia
de las costas. El que se encontraba en la entrada del puerto dio la
alarma de “Velas en el horizonte”. Se encendió una fogata en aviso a las
autoridades. Un jinete pasó el aviso a Trinidad…”
Muy
agradablemente nos habla del modus vivendi de los pobladores de aquellas villas
en donde finalmente blancos y negros vivían sencillamente y felices y
unidos como una gran familia (pág. 25).
En
todos los relatos de este maravilloso libro, subyace la palpitante, sensual y
sensitiva emotividad de su autor lo cual los hace vibrantes,
transmitiendo al lector su estado emocional que
por consiguiente le despierta un verdadero interés y “ansias por devorarlo”
digámoslo así.
Estos
relatos conllevan la impronta de la ternura y el romanticismo que
caracterizan a René, quien como la nuez (fuerte por fuera y tierna por dentro)
guarda soterrada en su corazón, una ternura acariciante que se transparenta en
sus relatos salpicados frecuentemente con tintes poéticos, en donde
con frecuencia hace mención al nefelismo en la descripción de sus
paisajes poéticamente soñadores.
Como
es de esperarse, en sus narraciones no falta la descripción pueblerina de
personajes y costumbres típicos de la época que abarcan, tales como el de
las famosas “comadronas”, descritas por él, en “La Recibidora”
(pág. 30)
Debemos reconocer su admirable capacidad descriptiva como puede observarse por
ejemplo, en “Fugaz Crónica de un Puertecito Marino” (Pág. 63), en donde relata
con lujo de detalles los destrozos causados por el ciclón que azotó el
centro de Casilda.
En
todo agradable relato, es frecuente encontrar una chispa de hilaridad, como
puede apreciarse en “El Circo” (pág. 59) “[…] Sin embargo, a las mujeres
no las han podido convencer de que es producto de una “costilla” de su
compañero de peleas, y mucho menos de la teoría de Darwin, y
sanseacabó… Ella proviene de la rama directa de mamacita Eva y
punto…”
En “La
Mano del Negro” (pág. 51) podemos observar y comprobar hasta dónde puede llegar
la crueldad humana y corroborar como dijo Platon: “Homo homini lupus” que el
hombre es un lobo para el hombre. En este capítulo René narra magistralmente
la llegada de los primeros esclavos a la Isla de Cuba en 1533 y la
dolorosa y sanguinaria crueldad hacia estos para someterlos y conseguir
sujeción, por medio de amedrentamiento como sucedió con “José Armenteros y
Bartolo Salazar quienes fueron condenados a la horca y después se les cercenó
la cabeza quedando expuesta en un árbol en el barrio de “Las
Chanzonetas”. Se les mutilaron las manos y mostraron a los habitantes,
en especial a los esclavos. Desde esa fecha hasta el día de hoy se le llama al
camino “De la Mano del Negro”.
“Cómo,
a nuestro parecer, / cualquier tiempo pasado / fue mejor” como dijera el
insigne poeta Jorge Manrique, en el relato “¡Cómo Pasa el Tiempo! Trinidad” (Pág.
44) hace añoranzas de los viejos tiempos vividos en aquella comarca (“Sus
viejos caserones construidos en el siglo XVII, conocidos por “palacios”,
todavía enhiestos quejumbrosos por el pasar de los años”), interpretadas con bellas
metáforas en descripciones melancólicamente poéticas muy objetivas y realistas:
“[…] Y mi pensamiento corre ligero con el recuerdo de aquellas casas,
plazas, como una hoja seca que va rodando por el suelo, llevada y traída por un
vendaval. ¡Cómo pasa el tiempo!”
En “El
Cristo de la Vera Cruz” (pág. 42) relata leyendas e historias que se han
perpetuado por tradición oral; lo mismo ocurre en “Semana Santa:” (pág. 40) en
donde comienza diciendo: “La Semana Santa en Trinidad tiene mucho de parecido a
la de Sevilla según el decir de algunos trinitarios que la han visitado…”.
En el capítulo “Caucubu: La Maravillosa” (pág. 38) nos habla de Caucubu la
india más bella que diera el cacicazgo de Guamuhaya, y quien según la
leyenda todavía en las noches de luna suele aparecerse cerca a la entrada de su
cueva. En esta narración también hace alusión a la crueldad de los
primeros conquistadores, al decir: “Todo era felicidad y dicha
para los jóvenes amantes, pero entonces llegaron los españoles. Diego Velázquez
al frente de ellos. Las armas por delante, los españoles hicieron despliegue de
fuerza bien pronto de su crueldad…”
No
falta su remembranza con cierta melancólica nostalgia sobre algunas costumbres
del ayer que él añora, como las consabidas serenatas de su relato
“Costumbres Navideñas: Las Serenatas”, y se duele al decir: “Qué diferente es
hoy en día”.
Mucho
más podría comentarse sobre este maravilloso libro. Pero en fin: Como un
epílogo repitamos con su autor: “Si alguno no toma interés en leerlo, no sabe
lo que se pierde”.
¡Gracias
querido y admirable colega y amigo René por este maravilloso aporte a
nuestras letras!
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