sábado, 8 de abril de 2017

RECUERDOS DEL AYER; TRINIDAD/CASILDA

Por: Leonora Acuña de Marmolejo

Ha llegado a mis manos por cortesía de su autor René León, el maravilloso libro Recuerdos del Ayer: Trinidad  /  Casilda el cual  introduce con el poema titulado El Silencio de la Noche … a Casilda: “Sentado estoy/ en la orilla de la playa/ mirando la caída / de la tarde, / […] Veo a lo lejos / las luces / del pueblo / que se van apagando / una tras otra, / hasta que va / quedando / en el silencio de la noche. (1989).
       Luego viene la presentación titulada Sobre el autor hecha por nuestro inolvidable colega y amigo (q.e.p.d.) Dr. Rowland J. Bosch (quien lo consideraba como un hermano), escrita en abril del 2015, meses antes de su fallecimiento.
       Después de la dedicatoria En memoria, hace la Introducción en donde nos informa que nació en la ciudad de La Habana, aunque parte de su niñez y de su juventud la pasó en el Puerto de Casilda, y aclara: “He escrito este libro con el sólo fin de rendir un  homenaje al pueblo de Casilda. En él hago referencia a los recuerdos infantiles y a los de mi juventud, el período más hermoso de mi agitada vida”. Un poco más adelante explica que los protagonistas son personajes  reales; y con el bien merecido orgullo y seguridad de su profesionalismo como historiador y literato, refiriéndose a su libro  dice: “ […] A Dios gracias! Si alguien no toma interés en leerlo, no sabe lo que se pierde. Me he cuidado de que lo relatado sea lo más sencillo, para la mejor comprensión de todos”.
       Treinta y dos relatos vertebran su  libro permeado con admirable acopio de historias y leyendas tanto de personajes típicos, como de costumbres y tradiciones y –por supuesto– el detallado escrito sobre Los  Primeros Años en donde pormenorizadamente narra la historia de los primeros fundadores y colonizadores españoles  de Trinidad y de Casilda: “el 23 de diciembre de 1513 llegó Diego Velázquez con un grupo de sus hombres a la boca del río Tayaba, dirigiéndose desde allí al pueblo indio de Macanilla. Esto lo informa el Rey en su carta del 1 de abril de 1514” Con lujo de detalles habla  del deplorable comercio clandestino  de esclavos de aquella época; de la piratería de barcos, y los ataques de filibusteros y corsarios. Así nos narra: “En  el año 1852 saldría de Casilda, el bergantín “La Isabel” con rumbo a Gallinas en África, en busca de esclavos para ser vendidos en Cuba. Había sido habilitado por comerciantes de Trinidad y de La Habana. Esta información  aparece en el libro Ayer, cuentos, Charlotte, N.C. René León, 1986”.  
       En la página 16 dice: “En el Puerto de Casilda había vigías al tanto de la vigilancia de las costas. El que se encontraba en  la entrada  del puerto dio la alarma de “Velas en el horizonte”. Se encendió una fogata en aviso a las autoridades. Un jinete pasó el aviso a Trinidad…”  
       Muy agradablemente nos habla del modus vivendi de los pobladores de aquellas villas en donde finalmente blancos y negros vivían  sencillamente y felices y unidos como una gran familia (pág. 25).
       En todos los relatos de este maravilloso libro, subyace la palpitante, sensual y sensitiva emotividad de su autor lo cual  los hace vibrantes,  transmitiendo  al lector   su  estado emocional que  por consiguiente  le despierta  un verdadero interés y “ansias por devorarlo” digámoslo así.
       Estos relatos conllevan la impronta de la ternura y el  romanticismo que caracterizan a René, quien como la nuez (fuerte por fuera y tierna por dentro) guarda soterrada en su corazón, una ternura acariciante que se transparenta en sus relatos salpicados  frecuentemente  con tintes poéticos, en donde con frecuencia hace mención al nefelismo  en la descripción de sus  paisajes poéticamente soñadores.
       Como es de esperarse, en sus narraciones no falta la descripción pueblerina  de personajes y costumbres típicos de la época que abarcan, tales como  el de las famosas “comadronas”, descritas por él,   en “La Recibidora” (pág. 30)
       Debemos reconocer su admirable capacidad descriptiva como puede observarse por ejemplo, en “Fugaz Crónica de un Puertecito Marino” (Pág. 63), en donde relata con lujo de detalles los destrozos causados por el  ciclón que azotó el centro de Casilda.
       En todo agradable relato, es frecuente encontrar una chispa de hilaridad, como puede apreciarse en “El Circo” (pág. 59) “[…] Sin embargo, a las mujeres no las han podido convencer de que es producto de  una “costilla” de su compañero de peleas, y mucho menos de la teoría de Darwin, y sanseacabó… Ella proviene de la rama directa de mamacita Eva y punto…”
       En “La Mano del Negro” (pág. 51) podemos observar y comprobar hasta dónde puede llegar la crueldad humana y corroborar como dijo Platon: “Homo homini lupus” que el hombre es un lobo para el hombre. En este capítulo René narra magistralmente  la llegada de los primeros esclavos a la Isla de Cuba en 1533 y la dolorosa y sanguinaria crueldad hacia estos para someterlos y conseguir sujeción, por medio de amedrentamiento como sucedió con “José Armenteros y Bartolo Salazar quienes fueron condenados a la horca y después se les cercenó la cabeza quedando expuesta en un árbol en el barrio de “Las  Chanzonetas”. Se les mutilaron las manos y  mostraron a los habitantes, en especial a los esclavos. Desde esa fecha hasta el día de hoy se le llama al camino “De la Mano del Negro”.
       “Cómo, a nuestro parecer, / cualquier tiempo pasado / fue mejor” como dijera el insigne poeta Jorge Manrique,  en el relato “¡Cómo Pasa el Tiempo! Trinidad” (Pág. 44) hace añoranzas de los viejos tiempos vividos en aquella comarca  (“Sus viejos caserones construidos en el siglo XVII, conocidos por “palacios”, todavía enhiestos quejumbrosos por el pasar de los años”), interpretadas con bellas metáforas en descripciones melancólicamente poéticas muy objetivas y realistas: “[…] Y mi pensamiento corre ligero con el recuerdo de aquellas casas, plazas, como una hoja seca que va rodando por el suelo, llevada y traída por un vendaval. ¡Cómo pasa el tiempo!”
       En “El Cristo de la Vera Cruz” (pág. 42) relata leyendas e historias  que se han perpetuado por tradición oral; lo mismo ocurre en “Semana Santa:” (pág. 40) en donde comienza diciendo: “La Semana Santa en Trinidad tiene mucho de parecido a la de Sevilla según el decir de algunos trinitarios que la han visitado…”.
       En  el capítulo “Caucubu: La Maravillosa” (pág. 38) nos habla de Caucubu la india más bella que diera el cacicazgo de Guamuhaya, y  quien según la leyenda todavía en las noches de luna suele aparecerse cerca a la entrada de su cueva. En esta narración también  hace alusión a la crueldad de los primeros conquistadores, al decir: “Todo era felicidad y dicha para los jóvenes amantes, pero entonces llegaron los españoles. Diego Velázquez al frente de ellos. Las armas por delante, los españoles hicieron despliegue de fuerza bien pronto de su crueldad…”
       No falta su remembranza con cierta melancólica nostalgia sobre algunas costumbres del ayer que él añora, como las  consabidas serenatas de su relato “Costumbres Navideñas: Las Serenatas”, y se duele al decir: “Qué diferente es hoy en día”.
       Mucho más podría comentarse sobre este maravilloso libro. Pero en fin: Como un epílogo repitamos con su autor: “Si alguno no toma interés en leerlo, no sabe lo que se pierde”.
      ¡Gracias querido y admirable colega y amigo René por este maravilloso aporte a nuestras letras!


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