sábado, 22 de abril de 2017

DETRAS DE TODO GRAN ESCRITOR HAY UN DESCONOCIDO CUENTISTA

"...el autor frances comenzo a escribir cuentos, casi por necesidad..."

Por Inés Martin/ABC

El escritor francés Émile Zola, padre del naturalismo –


Como dijo el maestro Harold Bloom (East Bronx, Nueva York, 1930), a Émile Zola (1840-1902) hay que leerlo en conjunto. Por eso, desde la editorial Páginas de Espuma han querido dar al lector español la oportunidad de acercarse, por primera vez, a la narrativa breve completa del autor francés, incluyendo los cuentos recogidos en libros y los que se hallaban dispersos. La obra, una monumental edición de Mauro Armiño, responsable también de su traducción, es una visión abrumadora del genio literario del gran hombre que redactó el «Yo acuso».

«Se conoce mucho su papel como novelista y en el famoso affaire Dreyfus, pero mi objetivo era situar al lector ante el hecho Zola-cuentos», ha explicado Armiño, durante la presentación a la prensa. Tres son los registros que, a juicio del traductor, caracterizan al descono-cido Zola cuentista: los finales trágicos, el cuento amable y los relatos que se confunden con crónicas («los menos interesantes»).
Lo cierto es que, partiendo del Romanticismo, el autor francés comenzó a escribir cuentos casi por necesidad, en una época en la que lo único que abundaba era la miseria. «Cuando llega a París, en mala situación económica porque había muerto el padre, empieza a escribir para los periódicos, como cronista, y se da cuenta de lo que pasa en París, con sus clases medias, la burguesía...». Los cuentos de entonces son los que nunca llegó a recoger en libros (uno de ellos, «La señora Sourdis», es «excepcional») probablemente por falta de extensión. Sin embargo, no fueron aquellos sus mejores relatos. Muy amigo de Iván Turguénev (1818-1883), Zola comienza a publicar una pieza al mes en «El mensajero de Europa».
Héroe político por accidente.

Es entonces cuando nos encontramos con el Zola «más reconocible» y el mejor cuentista. Allí escribió «lo que quiso», y a cambio de un buen dinero, hasta 1880. Casi una década después tuvo lugar el «caso Dreyfus» que, según Armiño, «le sitúa, sin serlo, como el gran paladín de la izquierda y le eleva a una categoría política a la que él, personalmente, no responde demasiado». Sin embargo, su papel de héroe político por accidente no alteró su capacidad literaria. «Se hizo el novelista que ya era, le sirvió de mucho, porque a partir de ese momento fue una gloria nacional. Al entierro de Zola fueron 50.000 personas, ríete tú de la Diada de los catalanes», sentencia con sorna Armiño.
Pero, teniendo en cuenta que en el cuento no se cumplen exactamente las leyes de la herencia, que tanto preocuparon, en principio, a Zola, ¿qué caracterizaría su narrativa breve? El editor y traductor lo tiene claro: «La menudencia y el detalle y la parte periodística que hay en muchos de ellos. Hay algún intento de psicoanalización de los personajes, de las conductas». No es extraño que Armiño reconozca haberse «divertido bastante con Zola». Y si quieren empezar con el mejor de todos estos «Cuentos completos», no lo duden, vayan a la página 441 y lean «Por una noche de amor».

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